Pandemia

Épocas de destrucción constatada
Plagan venéreas contaminaciones
Y hostilidades de peste incrustada,
Virus letales de audaz infecciones;
Instancias de muerte calificada.

Tiempos de frustración sedimentada
Son señales de incurables aflicciones,
Síntomas de indignación dosificada
En decenas paralelas convulsiones;
Síndrome de extinción certificada.

Enunciación Destructiva

Hostigado ante problemas y torturas
Por instantes que la depresión agobia,
Entre sucias maldiciones y premuras
Marcha el crudo vértigo de tu acrofobia
Recorriendo el transito de las alturas.

Tu progreso destructivo va tentando
Entre enésimas graduales pretensiones,
Aquel llanto que la muerte va cantando
Cada vez que sus sabias conclusiones
Determinan cuan profundo vas cavando.

Desquiciado frente a sombras paralelas,
El furor de la niebla y sus espectros
Elevan tus sentidos, mas no vuelas,
Y el camino se dilata a escasos metros
Cuando abrazas el dolor que tanto anhelas.

Puerilidad Fatal

Deleznable fue mi estancia
Y abordable mi descenso,
Del sufrimiento propenso
Al horror sin discrepancia.

Impregnose esta fragancia
En mi espíritu indefenso
Por el seno que compenso
Mi anaeróbica lactancia.

Fustigado en la arrogancia
Sentir pude el halo denso,
Naciendo el dolor intenso;
Desgarrándome la infancia.

Elegía Prosaica ( en sol bemol )

Hablaré del dolor en mi vieja guitarra
Con dulce armonía y pausado silencio,
De humildes y toscos sonidos vibrantes
Lascivas en notas sacroinfernales.

La muerte acompaña mis tétricas penas
Al tenue compás de un funesto sol,
Y el brío apagado me ofrece en tinieblas
Arpegios y acordes de instinto feroz.

El llanto contrasta mis seniles cuerdas
En tiempos melódicos del escarmiento,
Y fríos bemoles que injertos renacen
En el emporio jardín del sufrimiento.

Vestigio de Muerte

Ante el paso más errante
De un extremo tan inerte,
El vestigio de la muerte
Suele siempre ser distante.

Mas presienten tu presencia
En compuesta gravedad;
Frente a la avanzada edad,
Entre cuadros de emergencia.

Y quienes pudieron sentir
Tu contacto en primer grado
Son aquellos que han logrado
El fiel débito de existir.

Vulcano

El dolor cubrió la tierra
Con gritos aterradores,
Enterrando alrededores
En devastadora guerra.

En desesperante agobio
Despertó el pánico ardiente;
Gas y lava incandescente
En la cumbre del Vesubio.

Grises nubes voluptuosas
Lanzando granizos tales;
Lluvia de piedras mortales
Y neblinas venenosas.

Pobladores suprimidos
En hondas resignaciones,
Letales inhalaciones
En sulfatos y anhídridos.

Tal escenario lóbrego
En condición inflamable
Cedió el paso irremediable
Al voraz río de fuego.

Mil cientos acaecidos
Yacen juntos sepultados
Con signos petrificados
Entre escombros derruidos.

Un irreparable daño
Aniquiló una identidad;
Fue Pompeya la ciudad,
Del setenta y nueve el año.

Instigo Decrepitar

Los impúdicos abstractos
De un antídoto infernal
Son preteridos exactos
Del destierro marginal.

Por rituales inefables
De un plutónico estallido
Sus credos abominables
Van sangrando en su latido.

Y el indicio del final
De estos años putrefactos
Fue el estado terminal
De esos terrenales pactos.

Profecías inasibles
De un vocablo pervertido
Son espectros invisibles
Del oráculo invertido.

Subterránea

Quien me encuentre, quien me halle
Por las sendas de esta calle
Sentirá muchos motivos,
Y entre muertos y entre vivos
Pedirá que el mundo estalle;
No tendrá del mal detalle,
Sólo habrá felicidad...

Y entre tal festividad
Nunca el alma redimimos,
Sólo siento que morimos,
Que se acortan los caminos,
Que se obstruyen los destinos
Cuando nutre la ansiedad
Por las calles de esta ciudad...

Tiempo Visual Oculto

Empiezo tercero y prosigue mis horas,
Termino segundo y el quinto se adjunta,
Delinea mis metas el cielo que apunta
La estancia primera en fechas perdedoras
Del innumerable signo de pregunta.

¿A qué lleva el tiempo que nunca se agota?
Estático, anclado, exánime, muerto;
Un disparatado velero que no tiene puerto,
Un verbo extirpado del aire en que flota;
Un tercio final de un par entreabierto.

Ánimas y Presagios

Las vidas que murieron en la arcilla
Ni despertando en lumbre tan siquiera
Borra el remordimiento que los hiera;
La Parca suprimió esta pesadilla.

Y aquel acuoso perfil que no brilla
Por finados ahogados en la esfera,
En su terror final no desespera;
El Barquero ha remado en su milla.

Cuando el brillo de una sombra titila
El estertor de la parca acelera;
Y el barquero en su mente vocifera
Los suplicios que aquel alma perfila.